26 abr 2011

Cada quien tiene lo que se merece.

Cuando todo es calma, te entiendes que la soledad toma un sentido mejor.  Me he dado cuenta que definitivamente ya no puedo escribir, más que las cuatro notas diarias, que en ocasiones vienen a ser menos. Siento que mis ideas se acortan y que el fin ha de llegar pronto.

Me he vuelto muda, las palabras salen con dificultad porque las cicatrices de una profunda herida se encuentran muy recientes y muestran un crudo pasado cercano que no tuvo consideración con cada sentimiento, con cada momento, con cada beso.

¿Qué pasó? Me pregunto con frecuencia. No lo sé. Creo que estoy inmersa en mi propio mundo, donde reflexiono sobre todo lo vivido en los últimos meses en los que no me importó realmente si mis decisiones tendrían consecuencias. Quería vivir y nadie me lo impidió, ni mi orgullo lo hizo.

Ahora no hay marcha atrás. Toca arrancar de cero, comenzar a construir nuevos recuerdos y nuevas experiencias porque la libertad que hoy tengo, no se compara con nada. Me siento feliz y en paz, aunque suene un poco paradójico lo que estoy diciendo, seguramente nadie lo ha de entender, sin embargo es suficiente con que esta calma continúe.

Hoy comprendo que la vida está llena de instantes convertidos en recuerdos. Son ellos quienes nos permiten tener historias que contar, cosas que reflexionar y círculos viciosos que romper para evitar más daños profundos. Aunque muchos digan que el karma existe, no lo creo. Simplemente cada quien tiene lo que se merece.