2 sept 2014

Aquellos adioses tardíos

Hace algún tiempo dejé de pensar en ti. Hoy eres sólo un recuerdo que sobrevive en mi mente y que se alimenta de mi deseo de ser mejor cada día. Me enseñaste aún cuando me terquedad y mi rebeldía te hicieron daño. Nunca hubo un momento para decir lo siento. En realidad, a pesar del tiempo, yo lo sigo sintiendo. 
Ese 10 de abril, cuando decidiste soltar mi mano, lo recuerdo con claridad. Era un día bastante normal en el que fuiste feliz. No es algo que me guste hablar o compartir, de hecho nunca lo hago. Creo que no tuve el valor suficiente para llorar y entender que me habías dejado sola en este mundo. Cada quien sufrió su duelo, cada quien lo superó pero hoy me doy cuenta que es algo que sigue en lo más profundo de mi corazón. Nunca dejé de sentirme sola.
A casi 10 años de tu partida, pienso que Dios me estaba dando fuerzas para enfrentarme a todo, a vivir sola en otro país y sin la familia. Tú me enseñaste el valor de las cosas, el ser humana y darlo todo por la familia. Sin embargo, esto es algo que aún me cuesta y con lo que lucho a diario. Quiero ser extraordinaria porque me enseñaste a serlo. 

Hoy sólo recordé lo doloroso que fue decirte adiós.