18 jul 2011

Mi visita a Colombia

Extrañar no es suficiente para vivir. Hoy lo entiendo al estar unos días con aquellos que en verdad me quieren, antes pensaba que era sólo nostalgia por la distancia. Yo comprendo que con urgencia necesitaba estar en casa y poder respirar aires de tranquilidad, pero más que todo de confianza, paz y amor.
Mi llegada a Colombia realmente ha tenido tantos elementos para destacar que no tengo un comienzo para esta historia, sólo he de decir con firmeza que no me arrepiento porque mi alma requería de forma extrema ese exorcismo de tantas situaciones y errores vividos en tierras manitas que me atormentaban la existencia.
Las lágrimas nunca han dejado de estar presentes en todo este último tiempo desde que salí de mi casa en Fortín de las Flores. Así algunas veces han sido de tristeza, como muchas de alegría por sentir la sinceridad del cariño de quienes esperaban verme con muchas ansias. Esas lágrimas me han hecho entender que los errores son experiencias que hacen madurar, aunque duelan, son necesarias para crecer como seres humanos. Nunca lo había visto de ese modo porque siempre sentí que las heridas eran infortunios quizá permitidos por Dios como castigo a la desobediencia de sus leyes. Estoy loca, lo sé. Quizá para ti como lector sean puras babosadas, pero es mi historia, y cada quien dice lo que cree conveniente, aunque suene estúpido.
El que dijo que recordar es vivir, creo que se equivoca un poco. Ningún tiempo pasado es mejor que el que está por venir porque uno tiene la oportunidad de no cometer las mismas equivocaciones que han provocado heridas profundas. Por eso, he decidido ser feliz. Por muchos meses me lamenté cierta situación, por las duras palabras de alguien y por el cinismo de sus acciones. Quizá era lo que tenía que vivir para lo que viene porque nunca había vivido algo que me llevara a sacar fuerzas para seguir. Este fue el caso. Doloroso, pero lo fue. Ahora lo mejor está por venir.
A esto, le puedo agregar que por fin comprendí que los adioses son importantes en ese camino hacia la madurez, debido a que los ciclos van arrojando poco a poco sus resultados. Esto lo destaco porque quienes me conocen, saben que le tenía miedo a los ‘hasta pronto’.
En cuanto a los choques culturales, puedo decir que he experimentado varios. Sin embargo, a decir verdad, Cartagena está igual que como cuando me fui. Siguen los mismos problemas viales, la inseguridad y la miseria que desde décadas atrás sufre este corralito de piedra. Lo diferente fue mi casa. Ahora es roja, en lugar de verde. Un poco más remodelada, sí se nota.
Mi habitación sigue siendo la misma, sólo que ahora es un sitio de nadie. No hay nada mío más que la cama y el peinador desiertos, debido a que no hay un solo artículo. Mis libros, mi ropa y cachivaches desaparecieron, sin yo saber, tampoco me ha importado preguntar. Siento que ahora tengo una nueva vida, con nuevas cosas. También la familia sigue en las mismas. Aquellos que se sienten mejores personas porque tienen comodidades y aquellos que no las tienen, que se sienten felices de estar así.
A pesar de toda la comodidad y seguridad que podamos tener, a veces se hace urgente el riesgo a lo inesperado que el destino nos pueda poner en el camino. Por eso, regreso a México. Una nueva experiencia por vivir, al lado de quienes han alcanzado a apreciarme. Queda mucho más por conocer y muchas aventuras que vivir, de las que estaremos conversando en cualquier oportunidad.