4 jun 2011

Fragmentos de mí

Los últimos días son los más eternos. Siento que ya es momento de volver y sentirme en confianza, sobre todo conmigo misma, porque hoy, soy una perfecta extraña en un cuerpo conocido.
Lucho por mantenerme con el mismo deseo que al principio, sin embargo, no puedo. Hay más intenciones de huir de tener nuevos comienzos que continuar esta historia que se ha vuelto pesadilla desde el momento que decidiste decirme adiós.
Así, me has llevado a sentirme rodeado de gente que por inercia te saluda y dice ser amigo, pero que sólo quiere saber si pasó o no pasó algo con cualquier desconocido por el que haya experimentado un mínimo deseo.
No obstante, callas. Miras de lejos cómo he construido una vida, quizá un tanto superflua, mientras tú sigues encerrado en la tuya. Ves cómo soy alguien, cómo brillo con luz propia al tiempo que poco a poco te vas a pagando por tu estúpida forma de ver el mundo.
Ahora la soledad es mi mayor confidente. No me juzga, no se burla de mí, sólo me entiende. Quizá porque pensamos igual y nos sentimos vacíos. En este punto, los lamentos son sin sentido, esperan el tiempo propicio para salir, dar libertad y consuelo a este pobre intento de mujer que sólo quiere olvidarte.
Por eso, poner kilómetros es la mejor opción. Es la luz al final del tenebroso camino, porque ya ni siquiera las lágrimas tienen ese efecto milagroso. Hoy, aunque nadie lo entienda, puedo sentir que haberte tenido una vez más, ha sido el remedio para sacarte ver que te falta alma para ser parte de mi vida. Hoy definitivamente, puedo decir: Adiós, amor.

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