No lo sé. Lo cierto es que con el tiempo, he aprendido a despedirme de los demás. Nadie es eterno e imprescindible en este mundo, ni en nuestras vidas. Hay que aprender con lo que se tiene ahora, sin anhelar un futuro desconocido y un pasado que ya no es, y que nunca volverá a ser.
Los adioses se presentan cuando esa persona ya ha cumplido su labor en nosotros o cuando tenemos una visión que realizar. Nunca lo entendemos, nos duele hasta que la misma vida va mostrando el camino. Ahí tardíamente se comprende todo y volvemos a comenzar, a seguir despidiéndonos de un sinnúmero de cosas, personas y lugares. Esto hace parte de nuestro crecimiento.
Yo, que siempre le había huido a las despedidas, déjeme decirle querido lector, que cada vez que digo adiós siento que se me escapa un poquito de vida. Dejo algo de mí en eso que se va y trato de seguir adelante, pensando en mí. Sólo en mí. Esa es la enseñanza de hoy.
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